Suena el timbal, una luz en el cielo,
el sol que se pone, el espacio que tiembla.
Soy yo sentado, tumbado en la hierba,
contando las flores, echando una siesta.
Estoy sentado en la hierba, formo parte de ella,
oigo sonar la flauta, es el baile de estrellas,
soy sólo un invitado, no puedo cogerlas.
Vienen olas que arrasan,
vienen olas que abrasan,
que mis ojos son velas,
¿a donde me llevan?.
De pronto suena el timbal, que arrasa la tierra,
con olas gigantes que rompen las velas,
y caigo al instante, sentado en la hierba,
contando las flores.
Que el viento corteja
y que tú te las llevas
entre tantas estrellas,
bailando con ellas.
Calma tensa en el aire, los perros se han ido,
la Gran Ola suspendida en el horizonte,
se sustentan los sueños sobre barros primordiales,
hay piedras de hielo para pies ardiendo,
ésto es el paraíso;
subo a las copas de los árboles donde se vierten las llamas
que en la oscuridad prenden,
desde allí diviso los trozos del mundo que se alejan,
hay hiedras como puentes hasta el cuello;
mientras me decido la palabra se rebela a los oídos necios.
Desapercibido un ruido extraño,
son los engranajes del amor;
suena por detrás de mi cabeza,
me ve sin caretas, sin mi piel;
caen hojas secas en la arena,
se las lleva el mar y volverán,
como un sueño o un triste recuerdo
que se hincha, explota y ya no está;
se que volverán,
nunca se han secado los ríos de sangre que acompañan a mi voz;
y retornarán en corceles blancos los 4 jinetes de la muerte y del amor;
una cosa sé
que no está escrita en ninguna piedra, libro, o poema que leí,
nunca escucharé esa melodía en ninguna oda, sinfonía o canción.
Pronuncié mi nombre en la cima de una montaña,
espero paciente a que el viento la vuelva a gritar;
se quedó mi imagen grabada en bits dentro de una memoria,
ya nada escapa al ojo del cielo que todo lo ve;
pero no fue el viento el que gritó mi nombre,
ni el ojo que todo lo ve,
fueron labios de un niño que subió auna montaña y soñó.
Y soñó en mi oído el susurro de un río que fluye lleno de palabras
que resuenan sin pronunciar.
Cuando queda menos tiempo de vivir que lo vivido,
y se extienden las arrugas por debajo de la piel,
esperando que las agujas de mi corazón se paren
a la hora de empezar la cuenta atrás;
en las ruinas de mis sueños edifico rascacielos,
llenos de habitaciones y trasteros por llenar
con juguetes y postales que he guardado bajo llave,
y que ya no se ni donde estará;
y con todo lo que sé me he vuelto tonto,
porque todo en lo que creo se esfumó,
con el soplo susurrante de tu boca
que a mi oído mi nombre pronunció;
cae como nieve ardiendo que deshiela los conductos,
y de nuevo la corriente me electrocuta otra vez,
y me muevo por espasmos que tu cuerpo me procura,
aliviado por la cura de tu voz;
como todo lo vivido, de repente se ha extinguido,
y se convierte en ceniza lo que queda por vivir,
he bajado la ventanas y cerrado los postigos
porque el eco de tu boca sigue aquí.
Hace frío, el aliento del dragón lo recorre;
a mis oídos llega el eco de las lágrimas que caen en la tierra;
allí fuera, los pájaros que siguen cantando;
agujerean con sus alas las nubes, buscando el calor del sol;
la difusa luz del recuerdo empolva las paredes,
oigo pasos a mi espalda que me persiguen;
Hoy, como todos los días, voy buscando entre la niebla
esa luz que asustada se esconde en tus ojos,
y las hojas caen, y la tierra tiembla, el cielo se abre;
hace frío fuera, y la luz me ciega, espero a que no llueva;
Se encienden las luces de la gran pantalla,
el poeta muere de hambre, ya a nadie se da por aludido;
el amante y el marido se toman unas copas,
mientras la mujer escucha de otra boca lo que quiere oír;
se encienden las luces, son las estrellas;
se desmantelan los parques donde los niños jugaban,
se les busca en las pantallas aquello que no hay tiempo para darles:
y yo sigo cantando al llegar la madrugada,
el telón de las estrellas cae cada vez que yo me cayo;
se encienden las luces, son las estrellas
que brillan y brillan quemando la noche, regando caricias, soltando pasiones,
leyendo en el fondo de los corazones.
La corriente subterránea que tus ojos lame,
estira tu cuello arriba atisbando luna nueva.
Centro de cráteres que la tierra arrasa,
corazón suspendido de negrura blanca,
deshielo de sombras que fueron noche,
envuelto el sueño en azul mañana.
Transcurre sin gana hasta deshacerse en ella.
De nuevo escucho en la noche los trinos,
que elevan cantos tus ojos cansinos,
lamiendo tu mano la piel del destino,
sin poder tocarlo, tan sólo sentirlo.
El sol que calienta el agua entre las rocas,
se refugia el mar de olas cansadas,
desencajadas del fluir incesante de mareas,
Chapoteo incierto de vaivén constante,
apagando el sol el soplo de los párpados.
Dentro, la inmensidad se refugia del estruendo,
removiendo arena en infinitos mosaicos de agua.
Caen las estrellas cada noche sobre el mar en calma,
que acoge la brisa de los árboles cansados,
en un estremecedor silencio.
Protégeme del frío que la noche abriga,
de oscuridad compartida en tambores de hojalata;
Las huellas sobre la nieve dejan mis pasos vencidos,
como muescas en la piedra de tacones maldecidos.
Protégeme de la helada que llega de madrugada
aquietando los sentidos en cristales pervertidos
en mil imágenes robadas a la sombra del destino.
Es cierto que siempre escondo mis ojos en el hastío,
porque la niebla que envuelve mi corazón malherido
estalla en tormenta y sangre cada vez que te acaricio.
La lluvia lo inunda todo, el agua que rebosa en cavidades nocturnas;
en las cuencas de los ojos se cuela calando hasta los huesos,
que se rompen empapados como esponjas, absorbiendo horas de atardecer,
el frío deshecho se pega en las calles, lágrimas de luna llena.
Goteando la noche en horas de insomnio, pulso de las almas que vuelven,
perdidas en el sueño que las congeló en su gélido aliento.
Cretino de cristal, que romperé a patadas,
maldigo el silencio que jamás tuviste;
El que envuelve los sueños para deshacerlos en polvo,
y que caiga como nieve en tu pecho descubierto;
Cretino de arena que se llevará las olas,
arrastrando la marea tu dolor anclado al suelo,
y tu sombra de montaña que devolverás al sol.
Cretino de sal que disolverá la lluvia,
y en alcantarillas vivas de humedad y estrago,
recorrerás el lecho de ciudades muertas;
es allí donde naciste, cretino de fuego y sangre.
Entre la niebla que recorre las calles
desaparezco, desaparezco;
Colado por rendijas que comunican mundos
desaparezco, desaparezco;
Espío la cara oculta de la luna
desaparezco, desaparezco;
Su torso cubierto por manto de estrellas
desaparezco, desaparezco.
Desaparezco entre tus ojos llenos de chispas
que prende miradas furtivas a través de mí;
Alargo mi mano para tocar tu espalda
y huyo perdido entre la multitud.
La huella que dejo atraviesa tu piel
desaparezco, desaparezco;
entre las nubes que envuelven el mundo
desaparezco, desaparezco;
sumergido en su carne, encaramado a sus huesos,
desaparezco, desaparezco,
Ungido en ti, recorro tus venas,
desaparezco, desaparezco.
Los fantasmas de la memoria recorren los pasillos invisibles,
morirán reencarnados en mí, cuando la luz difusa de las farolas
deje de iluminar los rostros de la noche.
La herida que nunca cerró abre sus labios temblorosos,
no queda sangre que derramar por los muertos que vuelven a sus tumbas.
Oigo pasos que se acercan, pisadas de sangre sobre la arena,
la luna anuncia la llegada del silencio, y sólo quedamos los dos en el mundo,
atesta la cuchillada que rompe el velo del sueño, corre la sangre.