el poeta muere de hambre, ya a nadie se da por aludido;
el amante y el marido se toman unas copas,
mientras la mujer escucha de otra boca lo que quiere oír;
se encienden las luces, son las estrellas;
se desmantelan los parques donde los niños jugaban,
se les busca en las pantallas aquello que no hay tiempo para darles:
y yo sigo cantando al llegar la madrugada,
el telón de las estrellas cae cada vez que yo me cayo;
se encienden las luces, son las estrellas
que brillan y brillan quemando la noche, regando caricias, soltando pasiones,
leyendo en el fondo de los corazones.