Pinté un paisaje irreal
un cielo negro y sin sol
donde la hierba crecía
cómo llamas.
En una piedra esculpí
rostros sin forma ni azar
con los ojos hundidos
como simas.
Entoné una canción
sin tono ni modo
sincopando silencios
con mi voz
Perseguí mi voz hasta el centro del alma
donde se forjan los sueños,
puse una semilla en sus entrañas
y esperé algo nuevo que se va.
Si no soy yo el que crea
quién lo hará,
si no hay nada nuevo
porque he de crear,
si no no soy yo el que crea
quién lo hará,
si no hay nada nuevo
porque me he de esforzar
en crear.
Oh profundidad!
que entre sombras camina
culmina mis ojos
en tu oscura pira
que arde a fuerza
de encender la vida
con trozos de carne
y sangre vertida.
Escucha el sonido
del amor que vibra
en la estancia vacía
donde el miedo porfía.
Arranca de cuajo
tu fe en la certeza,
tus ojos colmados
de luz vieja.
Y escoge la lucha
con esa fiereza
como quien está acorralado
y la muerte,
la muerte le acecha.
Puertos y puertas
veleros que se incendian,
paso entre mundos
enhebrando destinos,
cosiendo sombras
que dibujan tus delirios,
desafinando
los sonidos del alba
con el eco de tu voz,
callado grito,
se abren al mar
tus ojos.
Y ese azul
que refleja el cielo sin compasión,
esa simiente
divina de sueños rotos,
de paso entre ruinas,
mantente firme agarrando el timón,
ten fe, ten fe, ten fe.
Todos los días espero que pase
algo distinto que me haga cambiar,
una llamada, una carta, un suceso,
de atrás para adelante, de adelante para atrás.
El mundo avanza con pasos gigantes
sin ni siquiera saber a donde va.
Yo me deslizo a un jardín de silencio
y poco a poco me quedo atrás,
y poco a poco me quedo atrás.
Corta el filo el mundo en dos: Aquí y allá,
estoy en medio más aquí o más allá,
me deslizo hasta tus pies y bebo el mar
con las olas de la eternidad.
Un soplo de aire me abre los ojos,
un humo negro me los vuelve a cerrar.
Una canción escucho distante,
se hace un silencio, un silencio mortal,
se hace un silencio, un silencio mortal.
Cada vez más lejos
sólo oigo palabras que son mías,
sólo siento mi dolor
cuando me desgarran tus ojos rotos.
Si el amor no requiere espacio
porqué desespero cuando no estás,
será que no me amas
o que no hay espacio para él en mi cabeza.
Te mojan mis lágrimas
te ahoga mi silencio,
te ahogan mis lágrimas de amor.
Mientras taponamos los conductos de la vida
con la sangre de otros, con la goma y la resina,
en colchones sucios con la aguja en los pulmones,
el ansia de libertad reseca en la garganta.
Te mojan mis lágrimas
te ahoga mi silencio,
te ahogan mis lágrimas de amor.
Una escalera para subir,
otra para bajar,
para chocarse con el techo
y cambiar los fusibles del sol
para dejarse llevar por la cinta
del matadero,
donde se aprovecha todo,
desde las tripas hasta el corazón,
para construir los palacios
que en desierto brillan al sol.
Hacia ellos todos corren,
combatiendo,
sólo unos pocos logran entrar.
Mientras el resto en la caverna
de chocolate,
sólo alargan sus brazos y comen
en sus lujosas tumbonas.
No pasan ya por la puerta sus gordos
cuerpos infames.
Una escalera para arrojar
a los espejos del laberinto,
una escalera trampolín
para plantarse de nuevo en la tierra.
Con la sonrisa
de un niño,
y arrojar a la cara
verdades como puños golpeando la máscara,
la máscara de irreprochable convicción.
Como no adorar
tus ojos cuando brillan
entre la oscuridad
en la que pasan los días.
Tus manos acarician
la rasposa vida,
olvidada flor
de rosadas mejillas.
Tú que adoras al viento, tú que eres tempestad,
tú que eres el aire que tomas al respirar,
tú que eres la musa que oyes al escuchar,
tú que eres la luz
que alumbra tus ojos.
Entre adosadas sombras
que bifurcan caminos
y focos que revientan
sueños de intimidad.
Tu boca abierta,
tu atención apabullada,
por cada instante de vida,
burbujas al estallar.
Tú que adoras al viento, tú que eres tempestad,
tú que eres el aire que tomas al respirar,
tú que eres la musa que oyes al escuchar,
tú que eres la luz
que alumbra tus ojos.
Dice
el sol que nada te puede cegar
la luna que todo es oscuridad
el viento que no te pueden parar
el fuego que todo arde al tocar
el agua que no te puedes ahogar
El mago que todo es ilusión
la ciencia que todo se ha de explicar
el sabio que en verdad no sabe nada
el loco que la vida hay que soñar
el poeta que los sueños sueños son
No se que hacer
no puedo más
no se que puedo hacer
no puedo más
Dice
el rey que tienes plena libertad
el juez que la ley es imparcial
el jefe que te honra trabajar
el banquero que te has de endeudar
el sacerdote que en pecado está
la niña que una princesa es
el niño que es un héroe de Márvel
el joven que está todo por llegar
el viejo que no hay nada que esperar
el muerto al hoyo y a tapar
No se que hacer
no puedo más
no se que puedo hacer
no puedo más
Crece la hierba a través de los cajones
abandonados en la espuma de los días.
Quedan maltrechos ante el envite de tiempo
que nunca acaba de empezar.
O es sin tiempo cuando embellecen sus formas
en los campos donde pacen las vacas.
La verde luz de los mugidos traspasa
las puertas abiertas por el viento.
Es allí donde se exhortan
melodías del ocaso
o acaso eres tú
Quien las canta y nada pasa
sólo el viento entre las puertas
el mugido de las vacas.
Todo por lo que luché
me será arrebatado.
Creía que haciéndolo bien
sería respetado.
Hay tanto egoísmo
rompiendo el mundo en pedazos,
que tengo que protegerte
de los trozos proyectados.
Ya no te miro a los ojos,
bajan aguas turbulentas
que arrastran mi mirada
bajo águilas de acero.