los del corazón emplumado,
deslizan los días sórdidos
en el calendario sin santos.
Las luces del árbol de navidad
cegando mis ojos como soles,
estrangulando la sabia
con la ley del deseo.
Nieva la blanca luz
del fluorescente,
sobre mis pies anclados
como mecha del mundo.
Y nosotros hijos pródigos
caminando en tranvías,
descarrilando gustosos
en montañas rusas de plácido mar.
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