el calor de tus besos, el humo de mis sueños;
subí al carro y tiré de las riendas, vi en tus ojos la preocupación,
pero el fuego del deseo ardía, y encendió mi corazón;
sólo queda el silencio y los árboles caídos,
las casas inundadas donde ya no vive nadie;
esa mirada que agrietó el cielo, agrietó mi corazón
esa mirada enraizada al suelo, la niebla no disipó.
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